Lunes, 15 de mayo de 2017 – Edición impresa

Fernando Ojeda Llanes (*)
Los niños Lucía, Francisco y Jacinto en la primavera de 1916 tuvieron un primer encuentro con un ángel celestial al llevar sus rebaños de ovejas a pastorear en el altiplano del pueblo de Fátima, Portugal. Se les apareció en la forma de un joven brillante y transparente. Fue en tres ocasiones, como preludio a las de la Virgen María.

El 13 de mayo de 1917, cuando de nuevo llevaban su rebaño durante la fiesta de la Virgen del Santísimo Sacramento, en el momento en que dejaron a sus ovejas pastoreando y se pusieron a jugar en la pradera después de tomar sus alimentos, en el momento que decidieron rezar un rosario escucharon un rayo en medio de un cielo azul y pensaron que se acercaba una tormenta, por lo que recogieron sus ovejas para regresar a su casa. Les sorprendió una luz extraña; cuando llegaron cerca de un roble distinguieron otro rayo y en una colina junto a otro roble más pequeño vieron a una señora vestida de blanco, brillaba más fuerte que el Sol, irradiaba luz intensa.

Se detuvieron asombrados por la aparición, escucharon una voz que les decía: “Por favor no temáis, no os voy a hacer daño”. Lucía le preguntó: “¿De dónde sois?”. Y le respondió: “Vengo del Cielo”. Entonces pudieron observar que la Señora tenía un manto blanco con bordes de oro que caía hasta sus pies, llevaba en sus manos las cuentas de un rosario que parecían estrellas, con un crucifijo muy radiante. La presencia de la Señora les produjo felicidad y gozo. Les pidió que regresaran los días 13 de cada mes a la misma hora para que les dijera quién era y lo que deseaba. La Madre de Dios reveló a Lucía que era la Virgen del Rosario y en sus mensajes pidió arrepentimiento, conversión, oración y penitencia como medio de reparación del pecado.

La Virgen de Lourdes

El 11 de febrero de 1858, una niña de 14 años llamada Bernardette recogía leña en las afueras de Lourdes, Francia, en un poblado llamado Massbielle. En el momento que se acercaba a una gruta la sorprendió un fuerte viento, vio una nube dorada y a una Señora vestida de blanco con los pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas que se apoyaban sobre las ramas de un rosal, tenía en su cintura una cinta azul ancha y sus manos juntas en posición de oración llevando un rosario. La Señora pasaba las cuentas del rosario entre sus dedos, retrocedió hacia la gruta y desapareció. Las apariciones se repitieron 18 veces.

En una de las apariciones la Señora envió a Bernadette a beber agua y lavarse los pies, pero ella no encontró el agua y escarbó en el suelo produciéndose un manantial milagroso. El mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes puede resumirse en lo siguiente: un agradecimiento del cielo por el dogma de la Inmaculada Concepción; exaltación a las virtudes de la pobreza y humildad; lo importante es ser feliz en la otra vida siendo preciso aceptar la cruz; la importancia de rezar el rosario, hacer penitencia y tener humildad y misericordia infinita para los pecadores y cuidar a los enfermos.

La Virgen de Guadalupe

Un indígena macehual llamado Juan Diego de aproximadamente 57 años de edad en sus caminatas rutinarias a Tlatelolco desde su pueblo Tulpetlac tenía la costumbre de pasar por el cerro del Tepeyac. El 9 de diciembre de 1531 ya relucía el alba cuando escuchó cantar sobre el cerrito, era como el canto de varias aves preciosas.

Al interrumpir sus voces como que el cerro les respondía. Oyó que lo llamaban de arriba del cerrillo: “Juanito, Juan Dieguito”. Se dirigió al cerrillo y contempló a una noble Doncella que estaba de pie. Lo llamó para que fuera junto a Ella, su vestido como el Sol resplandecía, las piedras sobre las que estaba como que lanzaban rayos.

La Virgen Santa María de Guadalupe se apareció para pedir que se construyera un templo para ofrecer a su Hijo Nuestro Señor Jesucristo que traía en su vientre y dar el mensaje central: “No es nada lo que te espante, lo que te aflija, que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas enfermedad ni cosa punzante y aflictiva. ¿No estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Acaso tienes necesidad de alguna otra cosa? Y el 12 de diciembre de 1531 nos dejó su sagrada imagen impresa en la tilma de Juan Diego.

Representante en Mérida del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos. fernandoojeda.com.
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