Miércoles, 16 de agosto de 2017 – Edición impresa
Fernando Ojeda Llanes (*)
El jueves 10 de agosto, como todos los meses, recibí su última carta que en el inicio decía:
“Hola familia, amig@s y gente tan querida. Les escribo y mando con harto cariño este Docenario en honor de l@s artistas y ustedes son artistas de la vida. Ojalá tengan un ratito para nuestra Madre y para ustedes mism@s.
Les recordaré en las cumbres de Majalca, Chihuahua, inicio de la sierra Tarahumara. Estaré allí dos días, después de una boda.
Que ellos y Ella los bendigan. Con mi amistad y cariño. Joaquín. S.J.”.
Sí, nuestro querido amigo, hermano y santo sacerdote Joaquín Gallo Reynoso, S. J. iniciaba su último viaje, como siempre al servicio de sus semejantes —celebrar una boda a sus amigos—. No regresó, subió al cielo después de un trágico accidente.
Lo conocí cuando iniciaba mis investigaciones sobre la Virgen de Guadalupe. Se sabía de memoria el Nican Mopohua. Nunca dejé de obtener de él una respuesta a todas mis dudas y preguntas sobre el Acontecimiento Guadalupano. Amaba a María, como él era amado por Ella —era su Gallo—. En esa ocasión me dijo: “mañana viajo a Ciudad de México, vente conmigo”, así que viajamos juntos para una reunión con estudiosos guadalupanos que formaban el grupo llamado “Macehuales”.
Llegando a México me dijo: “Primero vamos a la Basílica porque debo dar una misa”, y así lo acompañé. Mi sorpresa fue que al llegar subimos a una de las capillas privadas que están en el interior de la Basílica de Guadalupe y no había ninguna persona, le pregunté: ¿Padre, para quien es la misa? su respuesta fue inmediata: “Para ti”. Fue mi estreno, una misa solamente para mí en la Sagrada Basílica donde se encuentra la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe impresa en la tilma de San Juan Diego.
Esa era la forma como trataba a sus semejantes y ganó el corazón de todos. Desde ese momento, hace como veinte años, hasta la última vez que lo vi en Mérida siempre le daba un beso en la mejilla y este ha sido mi gran privilegio, haber besado en forma sistemática a un Santo.
Eran las 11 de la noche del domingo 13 cuando recibí un amargo y triste mensaje de su hermana y de los Jesuitas: el Padre Gallo había fallecido en un accidente automovilístico en Chihuahua. A Partir de ese momento no dejé de recibir mensajes de diferentes personas y amigos sobre este lamentable suceso, esto fue hasta el amanecer. Durante todo ese lapso de tiempo pasaron por mi mente todos los momentos en los que tuve la oportunidad de convivir con el padre, su trabajo, la labor realizada en el Centro Guadalupano de Evangelización y Promoción Social que fundó, su risa de alegría cuando se hizo la inauguración del nuevo edificio, la labor intensa que realizaba de evangelización en todos los lugares, su partida de Mérida para trasladarse a Ciudad de México, el cariño que dedicó a la labor de evangelización a jóvenes y personas de la tercera edad, toda una enormidad de trabajo que realizó y que ahora es nuestro reto darle continuidad; su dicha al ser nombrado como coordinador de los indígenas en la Basílica de Guadalupe y toda una serie de eventos y análisis que cruzaron por mi mente.
Su fallecimiento se dio a conocer por toda la red social, la Arquidiócesis publicó una esquela y los Jesuitas hicieron un comunicado oficial.
A las 8 de la mañana del lunes 14 recibo una noticia que me enfrió el alma, estaba vivo, en ese momento me encontraba con mi familia en la casa enfrente de la imagen de la Virgen de Guadalupe y en ese momento estallé mirando al sagrado rostro y dije en mi interior: “éste es un milagro”. Poco nos duró la dicha, a las 5 de la tarde nos informaron de nuevo que falleció.
Sí amigos lectores, fue un milagro, al menos primera vez en mi vida que recibo una noticia oficial de fallecimiento de una persona y luego de que está vivo, el milagro está en el tiempo de toda una noche que nos hizo reaccionar, pensar en él, en su gran labor y en el enorme reto que nos ha puesto a todos los laicos que lo quisimos, el continuar con su ejemplo evangelizando y difundiendo el Acontecimiento Guadalupano. El Gallo ha cantado, el Gallo ha profundizado en nuestros corazones, ese es el milagro.
Ahora querido padre que estás con la Virgen de Guadalupe serás también nuestro protector, podrás darte cuenta de si estamos bien o errados y equivocados, podrás hacer que la Virgen nos continúe marcando el camino. ¡Cómo quisiera de nuevo darte un beso en la mejilla!
Representante en Mérida del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe. Fernandoojeda.com