Los lunes, como todas las semanas, escribo sobre finanzas, administración, economía. En esta ocasión quise dedicar mi artículo a nuestra madre amada: Santa María de Guadalupe, porque todo lo demás queda en segundo término.
¿Por qué nos quiso dejar su imagen en la tilma y no hizo como en años posteriores en Lourdes y Fátima, donde se presentó a niños videntes que relataron su apariencia y artistas la esculpieron con gran belleza? La respuesta no es difícil: nos quiso dejar su fotografía real y verdadera de Madre de Dios para que sea vista por todos nosotros tal como es, sin que sea necesario que sea relatada para esculpirla o pintarla, para que seamos sus videntes: niños, jóvenes, adultos o ancianos, sin excepción.
Le llamamos Acontecimiento Guadalupano.
Ella, al aparecerse al tío de Juan Diego, llamado Juan Bernardino, para que su hijo Nuestro Señor Jesucristo, a quien llevaba en su Sagrado Vientre, lo curase de su enfermedad mortal, le dio su nombre, diciéndole: “Yo soy la perfecta Virgen Santa Maria de Guadalupe”.
Este nombre se lee claramente en el mencionado escrito, Ella se puso su propio nombre, no fue ningún indígena o español.
Como la Virgen es una inculturación que toma lo bueno de la cultura mexicana para llevarla al corazón de Dios, el honor al tío de darle su verdadero nombre lo hace porque el anciano representa la sabiduría, la experiencia, la raíz de la familia y nos pone el ejemplo de amarlos siempre.
En la época actual debemos todos seguir lo que nos pide la Virgen a través del acto de la curación de Juan Bernardino, amar a nuestros ancianos, cuidarlos, curarlos, no abandonarlos, no ignorarlos, no despreciarlos.
En el Nican Mopohua se pueden leer los mensajes que dijo para todo el mundo, para cada uno de nosotros videntes (porque tenemos su fotografía). Dijo: “Yo soy la Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive. en verdad yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta Tierra y también de todas las variadas estirpes de hombres, los que me amen, los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en Mí. Porque ahí en verdad, escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”.
En su tercera aparición, cuando Juan Diego salió de prisa de Tulpetlac para ir por un sacerdote para su tío que moría, la Virgen de Guadalupe se interpone en su camino, se da cuenta de su tristeza y le dice: “Escucha, ponlo en tu corazón. Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante y aflictiva. ¿No estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Acaso tienes necesidad de alguna otra cosa?”.
Como pueden darse cuenta, la Virgen de Guadalupe llegó para quedarse siempre con nosotros, no la saquemos de nuestro corazón, de nuestra vida, de nuestro hogar, de todo nuestro ambiente.
Tampoco olvidemos que Ella le dijo a Juan Diego: “Vengo a ofrecerlo a Él que es mi Hijo, mi Salvador, mi Amor persona”.
El centro de la Virgen de Guadalupe es su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Entonces, hoy festejamos la llegada de Cristo a México en el vientre de su Madre, Él es la luz y Ella la Iluminadora.
Representante en Mérida del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos. fernandoojeda.com.