La tilma de San Juan Diego en la que se impregnó la imagen de la Virgen para los Obispos, en la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México
Martes, 12 de diciembre de 2017 – Edición impresa
Fernando Ojeda Llanes (*)
¿Qué es lo que sucedió en México hace exactamente 486 años? A continuación mis investigaciones científicas y la historia de aquel grandioso momento.
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Precisamente los días 9 y 10 de diciembre de 1531, después de que Juan Diego visita al obispo fray Juan de Zumárraga para darle el mensaje que le dio la Madre de Dios, no es creído, por lo que el obispo le pide una señal. Cuando el indígena regresa con la Virgen y le solicita la señal que le pidió el obispo, le responde que regrese al día siguiente lunes 11 y no lo hace, porque su tío Juan Bernardino se enfermó de gravedad.
El tío le pide a Juan Diego que vaya a Tlatelolco en busca de un sacerdote para confesar y es entonces cuando muy de madrugada siendo las 2 de la mañana del martes 12 de diciembre de 1531 sale de prisa para buscar al sacerdote, recorre 13 kilómetros de Tulpetlac al Tepeyac, trata de evadir a la Virgen para que no lo retrase —como si uno se pudiera guardar de la que todo lo ve—. Cuando la Virgen se le aparece de frente, Juan Diego le dice que su tío está gravemente enfermo —esto sucede una hora y cuarenta minutos después de su salida de Tulpetlac, a las 3:40 de la mañana—.
La Virgen de inmediato se aparece al tío Juan Bernardino y lo cura. Juan Diego, ya tranquilo, le pide a la Virgen que le dé la señal para el obispo, la Virgen le dice que suba al cerro del Tepeyac a cortar las flores que encontrará y se las traiga a su presencia. Transcurren 30 minutos y Juan Diego, a las 4:10 a.m., retorna con las flores que la Virgen toma con sus
sagradas manos y las regresa acomodadas a su tilma. Juan Diego se dirige con las flores en su tilma a Tlatelolco recorriendo 7 kilómetros en 55 minutos, por lo que llega a casa del obispo a las 5:05 de la mañana. Los criados lo hacen esperar una hora cuarenta minutos y siendo exactamente las 6:45 de la mañana extiende su tilma ante el obispo y se impregna la sagrada imagen del jugo exprimido de las flores.
La astronomía nos dice que ese día el Sol salió a las 7:30 de la mañana y cuarenta minutos antes de su salida es el crepúsculo, o sea, estaba claro a partir de las 6:50 de la mañana, esto nos indica que 5 minutos antes, o sea a las 6:45 de la mañana —hora de la impregnación de la imagen— estaba oscuro.
Las doce constelaciones que se encuentran en ese instante en el cielo y el planeta Júpiter se impregnan en el manto en este breve momento de oscuridad y luego queda claro.
Y dice el Nican Mopohua: “El obispo se levantó, desató del cuello donde estaba atada, la vestidura, la tilma de Juan Diego, en la que se apareció, en donde se convirtió en venerable señal la Reina Celestial. Y luego la llevó allá, la fue a colocar en su oratorio. Y todavía pasó un día entero Juan Diego en la casa del obispo, quien hizo que se quedara allí. Y al día siguiente, le dijo: anda, vamos a que muestres dónde es la venerable voluntad de la Reina del Cielo que le levante su templo.
De inmediato se dio orden de hacerlo, levantarlo, y Juan Diego, en cuanto mostró en donde había mandado la Señora del Cielo que se levantara su casita sagrada, luego pidió permiso, que quería ir a su casa para ir a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy grave cuando le dejó, y había ido a llamar a uno de los sacerdotes a Tlatelolco para que lo confesara y lo dispusiera, de quien la Reina del Cielo le había dicho que ya estaba sanado. Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa. Y cuando llegaron vieron a su venerable tío que estaba sano, absolutamente nada le dolía. Y él, por su parte, mucho se admiró de la forma en que su sobrino estaba acompañado y muy honrado; le preguntó a su sobrino por qué así sucedía, el que mucho le honraran; y él le dijo que cuando lo dejó para ir a llamarle un sacerdote para que lo confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyacac se le apareció la Señora del Cielo: Y lo envió a México a ver al gobernante obispo, para que allí le edificara su casa en el Tepeyacac”.
Monseñor Eduardo Chávez, director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos, menciona en su hermoso libro Nican Mopohua: “Cuando el obispo se puso de pie, desató del cuello de Juan Diego la tilma en la que se imprimió la imagen de la Reina Celestial. Posteriormente, la colocó en su oratorio. Santa María de Guadalupe le concedió la señal, la señal era de él, la había pedido y ahora le pertenecía, la imagen de la Virgen de Guadalupe en una humilde tilma que era de Juan Diego, ahora estaba en sus manos consagradas.
Hay una transformación, ya que Ella, al plasmar su imagen en la tilma, se plasma en lo profundo de la identidad del ser humano y ahora esto mismo formaba parte de la señal que le pertenecía al obispo que representa a la Iglesia; o como expresaban los indígenas al identificar al hombre sabio, que era aquel dueño de la tinta roja y negra, símbolo de su escritura, de sus imágenes, de sus códices, donde estaba guardada y protegida la sabiduría, y con ello el sabio podía guiar a su pueblo. En otras palabras, el laico en la Iglesia forma parte de la señal del amor de Dios para el mundo entero, y por medio del obispo que, si bien, le pertenece a él esta señal, es una señal que ilumina todo ser humano”.
Este suceso es lo que hoy festeja todo el pueblo católico de Dios.
Investigador del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.Fernandoojeda.com