Condecoración en Ecuador para un yucateco

 

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Por Impreso

domingo, 5 de diciembre de 2021 · 05:00

Cuenta el investigador yucateco Fernando Ojeda Llanes que el anuncio de que por decisión del presidente de Ecuador recibiría uno de los más altos honores que concede el país sudamericano fue para él una auténtica sorpresa.

Acababa de recibir el Premio Violeta, motivo de su viaje a Quito. El reconocimiento, otorgado por la Fundación Resurgere a líderes y agentes de cambio que con su trabajo cotidiano impactan positivamente en la comunidad, hace alusión a esa flor sencilla y casi imperceptible en la naturaleza, un símil del silencioso esfuerzo de los premiados.

La cena de gala llegaba a su fin cuando la primera dama de Ecuador, María de Luisa Alcívar de Lasso, subió al escenario para anunciar: “Con la venia del señor presidente, Guillermo de Lasso Mendoza, damos inicio a la imposición de la Orden Nacional al Mérito en el grado de Comendador al doctor Fernando Ojeda Llanes”.

“Escuchar mi nombre fue para mí una conmoción. No sabía nada, no esperaba absolutamente nada. Todavía me cuesta creerlo”, recuerda el profesional yucateco.

Alta condecoración en Ecuador

La Orden Nacional al Mérito es una condecoración de orden civil otorgada desde hace casi 100 años por el presidente de la República de Ecuador, por decisión personal o por consejo de los ministerios, en reconocimiento a los servicios desinteresados en beneficio de la sociedad.

Los nombres de algunos de los laureados a lo largo de los años sirven para darse una idea de la magnitud del galardón: José Mujica y Martín Vizcarra, expresidentes de Uruguay y Perú, respectivamente; Tamim bin Hamad Al Zani, emir de Catar; Amadou-Mahtar M’Bow, exdirector de la Unesco; Hebe de Bonafini, cofundadora de la asociación de las Madres de Plaza de Mayo; José Luis Perales, compositor y cantante español; Antonio Valencia, exfutbolista internacional ecuatoriano, y Sir David Attenborough, inglés, uno de los divulgadores naturalistas más reconocidos del mundo.

El canciller ecuatoriano, Mauricio Montalvo, al dar lectura al dictamen, destacó el largo recorrido de Ojeda Llanes y sus aportanciones como investigador guadalupano, su sólida trayectoria profesional en diferentes ámbitos, “caracterizándose siempre por sus principios, basados en valores morales y cívicos, en la perseverancia y honradez”.

La medalla es una réplica de la presea concedida por los patriotas de Quito a los vencedores de Pichincha, en la Batalla del 24 de Mayo de 1822, que aseguró la independencia del país. Consiste en una estrella de doce radios, representada por haces de rayos luminosos, asentados en una corona de laurel. En el anverso aparece una cadena de montañas que representan las del Ecuador y encima de ellas el sol radiante ecuatorial con las leyendas “República del Ecuador” y, abajo, “Al Mérito”. En el reverso tiene el nombre del condecorado y el año.

Gente que común que inspira

Para el investigador, la condecoración por fuera es una medalla y un diploma, pero por dentro un reconocimiento a la gente común. “Estoy muy agradecido, siempre pensé que estos honores eran solamente para personas importantes o famosas: presidentes, militares, multimillonarios, políticos encumbrados… No para mí, que hago un trabajo sin tanta repercusión desde una ciudad mexicana de provincia”.

Ojalá esta distinción sirva como una muestra a los jóvenes yucatecos que la dedicación al trabajo, el esfuerzo persistente rinde sus frutos tarde o temprano aunque se haga en silencio, dice.

Este reconocimiento es un recuerdo de que incluso la gente común, la que está alejada de la fama, el poder o el dinero, puede servir de inspiración”, concluye Ojeda Llanes.

¿Quién es Fernando Ojeda Llanes?

El contador Fernando Ojeda Llanes (Mérida, 1939) parece tener el don de estirar el tiempo. Sólo así podría explicarse esa capacidad para cumplir la multiplicidad de tareas que se impone a diario.

Es contador —de números y de historias, dice—, consultor empresarial, miembro del consejo de administración de importantes compañías, educador, escritor, conferenciante, investigador milimétrico del acontecimiento guadalupano, articulista del Diario y, de lo que siente más orgullo, padre de cinco hijos y abuelo de ocho nietos.

Dueño de una peculiar biografía, ha recibido numerosos reconocimientos a su fecunda trayectoria, entre ellos dos muy especiales: el doctorado honoris causa en investigación científica que le otorgó la Academia Pontificia Mariana Internacional en el Vaticano y la Orden Nacional al Mérito en grado de Comendador, con que lo honró hace unos días el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso Mendoza.

Su carrera académica, llena de menciones honoríficas, pasa por la licenciatura en Contaduría Pública por la Universidad Autónoma de Yucatán, la Maestría en Finanzas por la Universidad Anáhuac Mayab, estudios de especialización en Ingeniería Económica y Costos, y varios diplomados en Empresas Familiares. Durante 37 años fue catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración de la Uady y a lo largo de dos décadas, director de la carrera de Contaduría del Centro Escolar Miguel Alemán.

Rasgos que caracterizan a Fernando Llanes

Los que lo conocen destacan dos rasgos que laten en su vocación y en su personalidad: una inquebrantable fe religiosa y una firme convicción de que los valores morales son la semilla del bienestar colectivo.

No es labor fácil hablar sobre los valores humanos, admite, pero es indispensable. Es un tema fundamental, ya que su progresiva pérdida es lo que nos ha llevado como sociedad al problemático sitio en que nos encontramos.

“Están desapareciendo. Las empresas presumen de ellos en su plan estratégico, plasman en el papel ideales como responsabilidad, respeto a la dignidad de la persona, honestidad, solidaridad… pero ahí se quedan, nadie los pone en práctica porque no basta con expresarlos, hay que transmitirlos con hechos, demostrarlos vivencialmente”.

No hay herramienta de comunicación más eficaz que el ejemplo, continúa. Esto es, no se puede actuar de una forma y pedirles a los demás que lo hagan de otra. Un empresario no puede exigir honestidad a sus colaboradores si él hace trampas en la contabilidad de su negocio.

Debe de haber una consistencia entre lo que somos, lo que decimos que somos y lo que hacemos, sentencia.

Solo los valores humanos como la solidaridad, la empatía, la honestidad, traducidos en actos reales y positivos pueden producir los cambios sociales, políticos, económicos, educativos, religiosos que la sociedad está necesitando, afirma convencido.

Ética empresarial

Es un error pensar que los valores están de más en una empresa, señala. No solamente son compatibles, sino que una mala gestión de esas prácticas virtuosas puede hacer desaparecer un negocio. “Cuando llego a un consejo de administración, lo primero que hago es advertir que no se puede hacer nada sin valores humanos”.

Las ganancias son importantes, por supuesto, pero el clima ético también. Solo una empresa con valores puede diferenciarse y generar la confianza y legitimidad social para operar, para retener a sus empleados y a sus clientes, para tener un impacto positivo en la sociedad, expone. “En estos tiempos tan difíciles, la honestidad, la justicia, la tolerancia, la responsabilidad, son herramientas imprescindibles para que una organización consiga sus objetivos”.

Experto en negocios familiares, el consultor subraya la importancia de trasplantar el sistema de valores del círculo hogareño en el mundo de los negocios y en la sociedad en general.

La comunicación, el afecto, la tradición, el compromiso con el proyecto, el trabajo en equipo, el respeto, la confianza, el orgullo de pertenencia, prácticas y sentimientos que son parte del legado familiar y que van más allá de lo material, deben no sólo inspirar sino guiar a las empresas en el día a día, opina.

La familia es el principio de todo, advierte. Los primeros valores morales, personales y sociales se aprenden en el hogar a través de las enseñanzas que los padres transmiten a sus hijos y que a su vez fueron enseñados por los abuelos, hermanos, tíos y demás familiares. “La escuela y el trabajo deben completar la cadena de formación de valores, pero en la práctica los eslabones están rotos”.

A la pregunta de si hay lugar para los valores humanos en una sociedad en la que prevalecen sobre todas las cosas la preocupación por el bienestar económico y el individualismo, el “me salvo yo como sea y que los demás vean cómo le hacen”, contesta que no solamente es posible, sino especialmente relevante, sobre todo hoy e n día, cuando vemos que el país está como está porque los mexicanos hemos desterrado los valores morales de nuestra conducta diaria.

“Ese es uno de los grandes retos que tenemos. Le echamos la culpa a los gobernantes y políticos de lo mal que va el país, pero no hacemos nada por asumir nuestra responsabilidad”.

Tras opinar que el mayor problema de nuestro tiempo es la falta de fe… y no solamente en Dios, sino en la justicia, la verdad, en los vínculos humanos, cuenta que una de las inquietudes que más le plantean en sus conferencias guadalupanas es por qué la Virgen no se ha vuelto a aparecer si éstos son tiempos especialmente difíciles. Y la respuesta no deja lugar a dudas: “La Virgen ya nos lo dijo: ‘No tengan miedo que no están solos, estoy yo aquí con mi hijo’… ¡La Virgen sigue aquí! ¡Somos nosotros quienes la hemos sacado de nuestros corazones, de nuestras iglesias, de nuestros hogares y ambientes!”.

“Muchos se quejan de que le piden y piden a Dios, pero no son escuchados. Les pregunto: ¿llevas a Dios contigo o lo hiciste a un lado? Acéptalo, déjalo entrar a tu corazón y luego pídele lo que quieras y verás cómo te lo concede”.

Lo más importante de practicar los valores es que no debemos esperar nada a cambio, expresa. “El amor no es el que tú recibes, sino el que das”.

Responsabilidad

La obligación de transmitir la responsabilidad social y moral la tenemos todos, es un asunto de formación y de actitud, asegura. Los valores no son algo que se pueda inventar, sino que se van gestando a lo largo de la vida de las personas y se transfieren de generación en generación.

“Y crecer en un ambiente disfuncional no es pretexto para actuar con egoísmo y pasar por encima de los demás. Conozco personas que nacieron en familias desbaratadas y han logrado salir adelante gracias a que se conducen en la vida con rectitud y honestidad”.

El consultor expresa su preocupación de que la ausencia de valores perjudique hoy día principalmente a los jóvenes, a los que está induciendo a la evasión, al hedonismo, las adicciones, al ocio desordenado y a la desesperanza. Muchos jóvenes padecen un inmenso vacío espiritual, de allí que las depresiones y los suicidios estén a la orden del día.

Tras una vida de grandes satisfacciones, el investigador considera que su familia y la promoción de los valores humanos son sus dos más grandes logros. “Me siento agradecido con la vida. He recibido infinidad de bendiciones por difundir lo que he hallado y aprendido del acontecimiento guadalupano”.

A un paso de cumplir 83 años, el investigador y maestro no siente la urgencia de parar. “A estas alturas de mi vida me he dado cuenta de dos cosas muy importantes: he hecho muy poco y no he aprendido casi nada”.— D.Y.

…la honestidad, la justicia, la tolerancia, la responsabilidad, son herramientas imprescindibles para que una organización consiga sus objetivos